Ninguna espiritualidad tiene derecho al monopolio de lo sagrado. Ninguna religión tiene derecho al monopolio sobre lo divino. Ninguna de las iglesias hermanas tienen derecho al monopolio sobre el Espíritu de Cristo, que sopla donde, cuando y como quiere sin que lo controlemos. La Presencia del Espíritu de Vida subsiste (en latín, subsistit) también en la iglesia católica, a pesar de que sus miembros traicionemos el soplo de ese Espíritu con nuestros exclusivismos, inclusivismos y rechazos del pluralismo fomentado por el mismo Espíritu.
Subsiste igualmente en las iglesias hermanas y en las otras religiones, coexistiendo la autenticidad de su soplo con las inautenticidades de las que ningún grupo humano está libre.
Todos y todas estamos en camino, in vía, en búsqueda continua de ese Espíritu de Vida. Dentro de cada iglesia no detentamos el monopolio del Espíritu, sino creemos y celebramos lo que ya está ocurriendo fuera: que para su soplo no hay barreras.
El Espíritu nos quita el miedo al cambio, a la diferencia, a la pluralidad y al fantasma del relativismo. Porque el Espíritu nos enseña que lo único que no cambia es su soplo que nos hace cambiar “haciéndolo todo Nuevo”.
Hay que decir esto bien alto, como confesión de fe, a pesar de documentos como el recientemente publicado por monseñores Levada y Amato en la CDF, que es tan infumable como el documento Dominus Iesus; que nos produce vergüenza ajena frente a nuestros hermanos de las iglesias hermanas y de las religiones hermanas (a quienes querríamos pedir perdón ; que pone en medio siglo de retraso el reloj ecuménico, contra el impulso del Concilio Vaticano II, que lo había puesto en hora.
HOY EL ESPÍRITU GRITA A LAS IGLESIAS;
¡¡¡BASTA YA DE MONOPOLIZARME!!!
Joan Masiá
16 de julio de 2007
Fuente: Vivir y pensar en la frontera