Carlos Vallés
Algunos comentarios.
* Hay una identificación con las historias que cuenta el autor. Son tan reales, tan naturales, tan terrenas, tan domésticas, tan alejadas de lo “sobrenatural” (que a veces confundimos con lo mágico) que compruebo mi proceso, también estoy en movimiento, también estoy caminando, y qué alegría saber que la distancia en el tiempo y el espacio nos hermana en la experiencia de caminantes. Esto me llena de gozo: somos más.
* De la perplejidad que causa la manifestación divina se pasa a la admiración, al agradecimiento por poder “ver” a Dios y sentirlo. Y, luego, tal vez como consecuencia de lo anterior, y, de manera muy personal, sentirme amada por Dios, un gozo difícil de explicar pero muy delicioso de experimentar.
* La manera como el autor evidencia nuestra manipulación de Dios me causa mucha risa. Hay situaciones francamente divertidas. Claramente me siento reflejada en muchas de ellas y me hace descubrir la cantidad de veces en que he estado en la misma situación. Y creo compartir la sensación de “rendirme” ante las evidencias, o sea, ante Dios.
* El Dios o la Divinidad que muestra el autor es un Dios o una Divinidad divertida, irónica, juguetona, muy lejos de la imagen del Dios juez, castigador, serio, severo, etc. Es una Divinidad alegre…y nos enseña de esa forma ¡qué alegría!
* En este Dios me dejo llevar o, mejor dicho, quiero dejarme llevar…aunque me cuesta, la tentación de endiosarme, o sea, hacer un dios a mi manera y no permitir que Dios sea Dios como Él /Ella quiere ser, es constante.
Lina Tudela
Yo me quedo con dos conceptos principales:
* No podemos manipular a Dios: es decir, del “pedid y recibiréis” ofrecido por Jesús, podemos pasar fácilmente a la manipulación de Dios buscando que nos de todo lo que queremos. Es un poco como la actitud del niño chico que cree que con llorar y tener pataletas o con prometer y volver a prometer que va a ser buenito cree que puede conseguirlo todo de sus padres. Dios es mucho más grande que todo eso y no puede ser manipulado a nuestro antojo. Creer que podemos meternos a Dios en el bolsillo a punta de oraciones y sacrificios es, creo yo, una herejía.
* El Dios “tapaagujeros”: me parece una expresión muy graciosa que encierra una actitud muy corriente, que es creer que Dios está sólo para solucionar aquellas cosas que se escapan totalmente a nuestro control. Es acordarse de Dios sólo cuando las cosas van mal... El peligro es que mientras más cómodas estamos o mientras más sanas estemos, menos nos acordamos de Dios.
Jesús ha de marcharse para que venga el Espíritu y los discípulos han de abrirse a una nueva idea de Dios, han de superar la imagen única que hasta ahora han tenido. Dios ha de marcharse para que venga Dios. Este proceso de entrar y salir le pertenece a Dios, no al hombre. Es preciso vivir alerta con las ventanas abiertas para que entre el Espíritu cuando quiera... y abiertas para que se marche cuando quiera.
No hay que temer el cambio, pero es necesario prepararse con humildad, generosidad y valentía.. Es doble nuestra responsabilidad ante el cambio. Por un lado la grata obligación de conocer a Dios mejor, que es la razón de nuestra existencia. Y por otro lado, el deber permanente de ayudar a otros que entiendan mejor a Dios. Esto nos lleva a conocer más aspectos de Dios a fin de proponer el más adecuado a cada persona y a cada situación.
Adriana Oyarzún