29 de enero de 2011

SEGUIMOS CREYENDO QUE OTRO MUNDO ES POSIBLE...


En estos últimos meses hemos estado reflexionando, con el texto de Joan Chittister, OSB sobre el ser mujer en la Iglesia. Cuando llegamos al capítulo 19 de su libro (Sal Terrae, 2006) trabajamos el tema de "Hombres y mujeres: el descubrimiento de la adultez".

La reflexión nos llevó a reconocer la importancia que tiene para todos y todas el pleno desarrollo de la mujer. Que conste que no se trata de un desarrollo “mujerista”, que pretenda controlar y minimizar a los hombres, pues eso no cambiaría nada en el mundo, salvo que los opresores serían ahora las mujeres. Hablamos del pleno desarrollo de las mujeres, que sirva para cambiar el mundo: una verdadera igualdad y coparticipación con los hombres.

Reconocemos que llegar al pleno desarrollo de la mujer no es fácil, especialmente al interior de nuestra Iglesia. Es necesario que las mismas mujeres permitamos el cambio, pues a veces nos limitamos a seguir el rol de género que nos ha sido asignado y no permitimos que se nos vea como adultas plenamente operativas y por derecho propio. Joan Chittister nos recuerda que aprender quiénes somos es parte del hecho de ser dignas de la coparticipación.

Las mujeres debemos ser libres para desarrollarnos como personas plenas, asumir la responsabilidad de nuestras propias ideas. Aprender a hablar además de escuchar. Al mismo tiempo, los hombres deben aprender a escuchar y no sólo a hablar. Según la autora, “contar nuestra historia y decir la verdad de nuestra experiencia es un modo de plantar un jardín”. Pero, si eres mujer, ¿quién quiere escuchar tu historia? El jardín se llama “arenas movedizas”, “disentimiento”, “herejía”… pero debemos hacerlo aunque signifique navegar contra corriente.

También veíamos las implicaciones teológicas que tiene el pleno desarrollo de las mujeres. Si creemos que hombres y mujeres fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero por otro lado negamos la igualdad y las importancia de la participación femenina en el mundo de las ideas, estamos poniendo en entredicho la definición misma de Dios. En palabras de Joan Chittister,
“la supresión de las mujeres es un pecado, no por ser un pecado contra la mujer, sino por ser un pecado contra la creación misma. Suprimir la mitad de la creación de Dios en nombre de Dios es un pecado contra el Espíritu Santo.”

Concluimos reconociendo que nos falta mucho camino por recorrer, pero podemos ir dando pasos para llegar a ser valoradas en la sociedad y en la Iglesia. El colectivo Pachacuti sigue creyendo que otro mundo es posible, donde hombres y mujeres podamos llegar a la equidad y a la complementariedad.
Corina J. Varela G.