31 de enero de 2008

UN HOMBRE POR LA IGUALDAD ES AQUEL....


  • Se acepta a sí mismo como producto de su tiempo y cultura
  • Ha iniciado un camino personal de búsqueda y replanteamiento interno de sus valores, esquemas, mecanismos, conductas y pensamientos.

  • Mantiene una actitud de cambio en sus relaciones con las mujeres, en las que ya no tolera ningún tipo de desigualdad en razón del sexo.

  • Apoya activamente las justas reivindicaciones de las mujeres contra el sexismo.

  • Comprende que no basta con las palabras y que es necesario que los hombres se posicionen activa y públicamente sobre el tema.

  • Está aprendiendo a verse como un ser sensible, afectivo y, sobre todo, vulnerable. Además, está intentando superar su tradicional aislamiento emocional.

  • Ha iniciado un proceso de replanteamiento de la relación con sus hijos e hijas. Ya no acepta continuar con un papel secundario e intenta que la relación sea más completa, aprendiendo a implicarse directamente con ellos y ellas.

  • Intenta ir superando el miedo y el rechazo ante situaciones de cercanía y complicidad con otros hombres.

  • Comprende que la compañía y la ayuda de otros hombres le es necesaria para su desarrollo vital. Acepta su apoyo y está aprendiendo a no verlos como competidores.

  • Avanza en un proceso de renovación de su sexualidad, intentando vivirla de forma más natural y plena, sin los determinantes que el modelo tradicional masculino le ha impuesto.

  • Ha comenzado a cambiar su actitud hacia la homosexualidad, reconociendo que las personas homosexuales sufren una situación de discriminación que ha de ser combatida activamente. Analiza su relación personal con este tema.

  • Y, por supuesto, ha adoptado una actitud de tolerancia cero hacia la violencia de género que ejercen los hombres sobre las mujeres. Ha comprendido que “el silencio nos hace cómplices”.

Y en definitiva ...

Es un hombre que tiene un proyecto de cambio personal y lo está llevando a la práctica. Por ello se replantea una gran parte de sus posiciones, actitudes y conductas, que entiende están determinadas por su proceso de socialización sexista y patriarcal.
para ello, entiende que primero ha de cambiar él.

Su objetivo es construir una sociedad en igualdad en la que se haya conseguido superar los roles de género y, para ello entiende que primero ha de cambiar el.



( Decálogo de los hombres por la igualdad. AHIGE,Asociación de Hombres por la igualdad de Género)

29 de enero de 2008

LA LIBERACIÓN DE LAS MUJERES Y LA ESPIRITUALIDAD.

Artesania en mostacilla, Cultura Huichol , Mexico

María Luisa Paret

Puesto que la Biblia es una de las principales fuentes de la espiritualidad tradicional, es importante analizar diferentes concepciones de espiritualidad y ver la relación entre espiritualidad feminista y las luchas feministas por la liberación.

Una espiritualidad bíblica feminista significa, aprender a leer y comprender la Biblia desde la óptica feminista de la justicia y un movimiento de transformación. Darnos cuenta de hasta qué punto la comprensión de la Biblia se halla presa de discursos patriarcales que no liberan a las mujeres, así como buscar las fuentes de justicia que se encuentran en ella.

Recorrer los caminos de la Sabiduría, es lo mismo que andar los caminos de la justicia. Interpretar la Biblia desde el punto de vista de la justicia y el bienestar, significa hacerse sabio y audaz. La doble metáfora de la sabiduría como carácter y de la Sabiduría como representación bíblica femenina de lo Divino, es decisiva para entender este recorrido.

El modelo tradicional de hermenéutica es dualista. La intérprete feminista sigue un modelo diferente, desde un punto de vista retórico-emancipador. En este concepto quedan reflejados tanto su método como su objetivo, porque no podemos olvidar que las mujeres estamos haciendo teología científica en el más riguroso sentido de la palabra.

Es un término que, al igual que feminista, se emplea en un sentido peyorativo; emancipador evoca la liberación de la esclavitud y el tutelaje. Es un enfoque de interpretación cuyo objetivo es la abolición de las estructuras de dominación y lograr el bienestar de todos los seres humanos.
Las voces silenciadas e invisibilizadas de las mujeres nos constituye en sujetos del conocimiento y la historia para someter a crítica la Biblia y elaborar una espiritualidad bíblico-política que fomente la aportación de las diferencias.

Para convertirte en una intérprete bíblica feminista tienes que cambiar la forma de entender la interpretación de la Biblia y pasar a concebirla como una herramienta que ayuda, por una parte, a tomar conciencia de las estructuras de dominación y, por otra, a asumir la democracia radical presente tanto en nuestra experiencia como la que nos transmiten los textos.

Recorrer los caminos de la Sabiduría supone abandonar convicciones y normas inmutables que son tenidas por revelación y dadas una vez para siempre. Te reta a renunciar a estas ideas preconcebidas y a entender la Biblia como un discurso de liberación en situaciones histórico-políticas concretas.
Se trata de construir una nueva casa, la casa abierta de la Sabiduría, pero será necesario “deconstruir” los marcos intelectuales y teorías patriarcales renunciando a utilizarlos como planos y proyectos. La práctica de la interpretación puede ser realizada por tod@s, tanto por analfabet@s como por personas con formación académica.

En resumen, se trata de desarrollar una crítica social y un análisis político de las tradiciones bíblicas que contribuyen a la liberación y al bienestar. El objetivo de este recorrido no es tanto explicar qué es lo que leemos en la Biblia, cuanto en indagar cómo interpretarla críticamente en beneficio de las mujeres.

¿Cómo realizamos esta tarea?

En un foro o grupo en el que la ekklesía, la asamblea radicalmente democrática, puede debatir y discernir los significados públicos de la Escritura. A diferencia de la interpretación cristiana tradicional, que suele ser individualista y solitaria, la interpretación tradicional judía nos brinda un modelo radicalmente democrático para aprender a recorrer los caminos de la Sabiduría.

El estudio tradicional judío de la Torá se hace en un contexto social: “Reuníos en grupos para estudiar la Torá, pues ésta sólo puede ser aprendida en común” (Berekoth, 63b). Haciéndose eco de esta tradición, Jesús, que en el evangelio de Mateo es identificado con la Sabiduría-Sophia afirma “Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Los significados bíblicos han de ser reconsiderados, cuestionados, debatidos y reformulados una y otra vez.

En este grupo o foro que constituye un espacio público se debate con imaginación creativa y gozosa conversación. Esta es una característica inherente al trabajo de las mujeres. Y, ahora, en la era de Internet, el grupo de estudio feminista “virtual” está en la red, compuesto por personas de diferente condición social, confesión religiosa, convicción política y grado de persuasión feminista. Estos debates deben cuestionar también, el modelo eurocéntrico y masculino de la ciencia, que separa la razón de los sentimientos y las emociones en aras de un saber objetivo e imparcial.

Dejemos danzar a la Sabiduría

Danzar pone en movimiento el cuerpo y el espíritu, suscita sentimientos y emociones y crea comunidad. La danza desbarata cualquier orden jerárquico porque se mueve en espirales y círculos. Nos hace sentirnos vivas y llenas de energía, poder y creatividad.
Concebir la interpretación bíblica como una danza, como un movimiento del Espíritu, es una invitación a participar en la danza del Espíritu-Sabiduría.


¿Te gustaría sumarte a esta danza en el espacio soñado y real de la Divina Sabiduría?


(Extracto del articulo publicado por la autora en Alandar, abril 2007)

21 de enero de 2008

EL VIENTO DEL ESPÍRITU EN ACCIÓN


Al viento del Espíritu
que sopla donde quiere, libre y liberador,
vencedor de la ley, del pecado y de la muerte.

Al viento de su Espíritu
que se remansó en el corazón y en el vientre
de una aldeana de Nazaret.

Al viento su Espíritu
que se apoderó de Jesús para enviarlo a anunciar
la Buena Nueva a los pobres y la liberación a los cautivos.

Al viento de su Espíritu que se llevó en Pentecostés
los prejuicios, los intereses y el miedo de los apóstoles,
y abrió de par en par las puertas del cenáculo
para que la comunidad de los seguidores de Jesús
fuera siempre abierta al mundo y libre en su palabra
y coherente en su testimonio e invencible en su esperanza.

Al viento de su Espíritu
que se lleva siempre los nuevos miedos de la Iglesia
y abrasa en ella todo poder que no sea servicio fraterno
y la purifica con la pobreza del martirio.

Al viento de su Espíritu
que reduce a cenizas
la prepotencia, la hipocresía y el lucro
y alimenta las llamas de la justicia y la liberación
y es el alma del Reino.

Para que seamos
viento en el viento,
hermanos.

Pedro Casaldáliga



Pentecostés 06/03/06
Casa de la Trinidad - Monjas Trinitarias - Suesa, Cantabria

20 de enero de 2008

VITRALES DE MARC CHAGALL .

"Para mí, el vitral de una iglesia es la pared transparente que separa mi corazón del corazón del mundo. Un vitral parece sencillo: materia, luz. Para una catedral o para una sinagoga es lo mismo: algo místico entra por la ventana".



(Marc Chagall)


19 de enero de 2008

AMPLIANDO NUESTRA MIRADA DE LO DIVINO



DIOS UN ELEFANTE GRANDE. POR QUÉ HAY MUCHAS RELIGIONES. *
Xavier Pikaza
Religión Digital

Hemos comenzado hablando de diálogo de las religiones. Se han planteado algunas cuestiones y quiero seguir reflexionando sobre ellas. Por eso me atrevo a introducir aquí dos páginas de mi libro Violencia y diálogo de religiones. Un proyecto de paz (Sal Terrae, Santander 2004, 138-141), que ofrezco ahora con ligeros retoques.

La parábola del elefante de Dios es hermosa y casi todos la conocen. Pero merece la pena pensar de nuevo en ella, desde lo que hemos visto sobre Panikkar y Hick, que siguen siendo maestros del diálogo religioso. En los días próximos iremos viendo otros motivos y elementos de la pluralidad y del diálogo de las religiones. Tengo como he dicho ayer, una aportación luminosa de G. Haya, que saldrá uno de los próximos días.

Algunos preguntan ¿Por qué hay tantas religiones? ¿No sería mejor que hubiera sólo una, para unirnos así todos los hombres y mujeres de la tierra? Pues bien, en contra de eso, pienso que la diversidad de las religiones resulta positiva para que los hombres puedan dialogar y conocerse, conociendo mejor a Dios. No es bueno que exista una sola religión, entendida en sentido institucional, porque podría convertirse en dictadura y, sobre todo, porque nos impediría descubrir y valorar la trascendencia de Dios, la riqueza dialogal de la vida humana.

La unidad que buscamos (propia de las religiones) no es un sistema unificado desde arriba, ni brota del dominio de una jerarquía única de sabios o sacerdotes sobre el conjunto de los hombres, sino que es comunión y armonía en la variedad. Como las partes de un organismo vivo, como los colores del espectro de la luz, como las notas de una melodía, como los dones y carismas de una comunidad viva… así son las religiones.

Nuestra respuesta no logrará convencer a todos, especialmente a los que vienen de una tradición sistemática de las religiones monoteístas, pero pienso que ella no es sólo la más coherente, sino la que mejor responde a la verdad interna del cristianismo (y del conjunto de las religiones). No quiero buscar el común denominador de las religiones (en un plano superficial), sino buscar aquello que tienen de más hondo y verdadero, siendo cada una distinta de las otras. Sin embargo, pero todas ellas forman parte del “gran elefante”, uno de los símbolos sagrados más significativos de oriente, tanto en el budismo como en el hinduísmo.
Estoy convencido de que lo más distintivo y propio de cada religión resulta en el fondo lo más universal.
No quiero que las otras religiones me digan sólo aquello que yo sé, que me confirmen en aquello que yo tengo… Quiero que me digan cosas que no sé, que me abran horizontes que nunca he contemplado… porque el elefante de Dios es inmenso. Estoy convencido de que Dios es Logos, logos de un Diá-Logo que se expresa y culmina allí donde los hombres se hace palabras uno para otros (lo que yo, cristiano, descubro plenamente en Cristo, pero sabiendo que otros lo ven de otra manera… y sabiendo que, por ser cristiano, debo escucharles, dialogar con ellos y pedirles que me enseñen lo que saben…).

Si en un momento no dejo hablar a los otros, si dejo de escucharles, ya no creo en mi fe cristiana; en el momento en que les impongo mi palabra no creo en la Palabra; en el momento en que pienso que soy superior a los demás dejo de ser discípulo del Cristo.
Muchas religiones, pero sólo un sistema (que se expresa en forma de dominio del Todo sobre todos. El sistema de la modernidad es único por ideología e imposición económico-social. Las religiones, en cambio, son varias, como son las razas y lenguas (culturas), que no se unifican por coacción, sino que se unen y enriquecen por diálogo. Por eso decimos que es bueno que haya diversas religiones, pues su pluralidad no va en contra de la verdad de una religión particular, como el cristianismo, sino al contrario.

Hay muchas religiones porque las experiencias profundas de la Realidad son múltiples, como la vida y los colores. Más aún, los creyentes podrían decir que hay varias religiones porque el mismo Dios, Realidad suprema, tiene maneras diversas de expresarse. Desde esa base esbozaremos algunas notas teóricas sobre la diversidad de las religiones, que podrán servir de punto de partida y camino para la reflexión y el diálogo.

Hay muchas religiones porque somos vidente ciegos (vivimos en la ardiente oscuridad de una Vida que nos desborda siempre) y el Elefante es grande. Esta es una respuesta popular que viene de la India. Reunieron una vez a siete invidentes y les encerraron con un enorme Elefante, diciendo: ¡Que toque y sienta cada uno y diga qué ha tocado y qué ha sentido!

Uno tocó una pata y dijo: Es una columna rugosa, como un árbol sin fin que sostiene el edificio del mundo.
Otro palpó cuidadosamente la trompa y evocó sus funciones diciendo: Es una especie de conducto hueco que absorbe y expulsa el agua de la vida.
El tercero metió la mano en la boca, llena de comida, y dijo: Es un abismo que todo lo devora.
El cuarto introdujo su cabeza en la garganta del animal, se sintió absorbido por su respiración y digo: Es una inmensa sima, que aspira y expira el viento infinito.
El quinto fue tocando la parte inferior de su vientre y dijo: Es un cielo que todo lo cubre y que así puede cobijarnos o impedirnos ascender a más altura.
El sexto, en cambio, logró saltar y colocarse encima, cabalgando sobre sus lomos a gran velocidad, recorriendo en círculo la gran sala del cosmos, y dijo: es un perpetuo movimiento ¡qué hermosura!.
El séptimo escuchó sus grandes alaridos y se dijo: ¡Es una voz, quiere transmitirnos un mensaje que no comprendemos!.

Reunidos lo siete no lograban ponerse de acuerdo sobre este Elefante, un Dios para ciegos con tacto y oído. Sus respuestas no iban descaminadas: ellas se han ido repitiendo a lo largo de la historia: Dios es la columna cósmica, el despliegue de la Realidad, la meta oscura, la respiración vital, el cielo alto, el movimiento perpetuo, la voz interpelante… Todo eso y mucho más ha sido Dios (lo Divino, el Ser originario) en la experiencia de las religiones. Todo eso es bueno y verdadero, pero resulta parcial, no consigue ofrecernos la imagen del Elefante entero, es decir, del Viviente divino, que así aparece como signo y realidad del Cosmos.

Vivimos desbordados y fundados por la Realidad, simbolizada por un Elefante (don de Vida, milagro de Ser), que nos sorprende y sobrepasa, ofreciéndonos, al mismo tiempo, su cobijo y su impulso: bajo su cielo vivimos, sobre su espalda avanzamos, en su aliento respiramos, de su carne nos alimentamos… No tenemos distancia para mirarlo desde fuera, para abrir los ojos y ver el conjunto de sus partes.


La Realidad nos excede y, por ello, de un modo normal, tras haber visto y sentido alguno de sus aspectos concretos, nos aferramos y decimos: ¡Dios es esto!. Así nos compartamos como ingenuos orgullosos, que se piensan capaces de dominar al Elefante. Para conocerle mejor sería necesario que alguien (¿el Elefante?) nos abriera de otra forma ojos y tacto, para que lo viéramos del todo y comprendiéramos. Pero no ha existido (aunque algunos digan lo contrario) ese milagro externo y seguimos dialogando (a veces discutiendo) sobre nuestras religiones, sobre el Elefante, sin advertir que somos parte suya y sin pensar que el Elefante es más que la suma de sus partes.

1. Somos muy pequeños: no podemos medir la realidad de Dios, el Elefante, sino sólo tocarle, palparle, como han dicho los místicos, especialistas en “toques” divinos, y como ratificó San Pablo, dialogando con los partidarios de otras religiones en Atenas, lugar de encuentro universal, en Hechos 17: somos como ciegos que palpamos a Dios, sabiendo, sin embargo, que “en él nos movemos, existimos y somos”.

2. Somos muy grandes: no podemos conocer nunca del todo al Elefante, pero tenemos una forma de vencer el desconcierto y concertarnos: confiar en los otros, escuchando lo que dicen e intentando después colocarnos cada uno en el lugar de los otros. El mismo Elefante (Realidad escondida, exceso de vida) nos invita por su enigma a compartir nuestras pequeñas verdades, para caminar de esa manera a la Verdad más honda.

La verdad que buscamos se aplica al Elefante, al que nadie ha visto, pues ver a Dios es morir. Pero, en un sentido convergente, ella puede aplicarse también a nuestro diálogo sobre el Elefante, pues en él se desvela la verdad. Así vamos descubriendo que esa verdad es relacional sin ser relativa, es comunicación sin ser habladuría. Según eso, para conocer a Dios (al Elefante) tenemos que escuchar a los demás, no por dependencia negativa, sino por enriquecimiento, pues ellos han podido palparle desde otras perspectivas.

No sabemos sólo aquello que experimentamos por nosotros, sino aquello que nos han dicho otras personas, pues aceptamos su testimonio y así nos enriquecemos. El conocimiento de los otros se vuelve así conocimiento nuestro, pues escuchamos sus palabras y podemos repetir sus experiencias, poniéndonos en su lugar, haciendo la ronda completa o más amplia posible de patas y trompa, boca y garganta… Nadie puede hacer todas las experiencias y es bueno que no pueda hacerlas, porque eso nos enseña a confiar en otros, pues nuestro diálogo acaba siendo la verdad del Elefante.

Las religiones se han vuelto lugar de intolerancia allí donde algunos han pretendido que su visión y perspectiva sea única, queriendo imponerla a los demás, quizá por envidia (¡no quieren visiones distintas!), quizá por imperialismo (¡los otros deben aceptar lo que decimos y ponerse a nuestro servicio). Pero pueden y deben volverse espacios o laboratorios de diálogo admirado. Es hermoso que existan otras perspectivas, para completar la nuestra, es hermoso que podamos decir en gratuidad lo que sabemos, para comunicarnos y compartir el Misterio.

Nuestra misma vida, rica y múltiple, arriesgada y sorprendente, es de algún modo ese Elefante divino, que tiene además, otras funciones: es Carne sagrada que los hombres comparten, es el Destino que les lleva en su carro, es vida y muerte… La vida de los hombres e incluso de los pueblos resulta corta para hacer la ronda del gran Elefante, pero ellos, hombres y pueblos, forma ciegos religiosos, pueden dialogar y contarse unos a los otros lo que han tocado y entre-visto, iniciando un diálogo inter-religioso. En ese sentido, las religiones son (deben ser) universales en perspectiva dialogal.

* Recomendamos leer de Javier Melloni el nº 97 de los Cuadernos de Cristianisme i Justicia

7 de enero de 2008






































Aporía y futuro de la iglesia, la fe y la teología en el marco de un mundo postmoderno
Dora Canales


La situación de la iglesia, la teología y los asuntos de fe en los tiempos que nos toca vivir, a mi juicio pueden ser considerados como en tiempos de verdadera incertidumbre y tribulación. Y esto, en realidad, no tiene que ver con una cuestión de inseguridad, poca claridad o indefinición por parte muchos de nosotros/as que intentamos vivir consecuentemente la fe cristiana.

Vivimos o asistimos a una época caracterizada por una de las más profunda crisis que la fe cristiana haya podido atravesar en los últimos 20 siglos. Se trata de una experiencia de una constante lucha cotidiana por tratar de sobrevivir en un mundo no hecho a la medida que desearíamos como lugar para actuar en nombre del evangelio. Con horror, muchos/as creyentes miran cómo la secularización gana cada vez más terreno en nuestra sociedad. Los firmes marcos del cristianismo convencional ya parece que no pueden sostenerse por mucho tiempo en pie. De allí que los asuntos de fe, la pregunta por Dios, se sitúan hoy en un escenario poco privilegiado. Las certezas y las verdades sempiternas de antaño acerca de Dios son algo en extinción. No hay nada más paralizante y desgastador en los últimos tiempos que esta lucha constante por dar respuestas u ofrecer algo frente a algo que desde hace ya un tiempo ni siquiera constituye para muchos una pregunta o asunto de interés. A nadie le sorprendería constatar que la teología como ciencia, los asuntos de fe o la iglesia, están cada vez más en cuestionamiento frente a las respuestas que el mundo moderno ofrece hoy como alternativas para una mentalidad racionalista y post-moderna.


Es precisamente dentro de este contexto que la pregunta por las posibilidades de un hablar de Dios, el cómo construir juntos una teología contextual que ofrezca nuevas respuestas frente a las problemáticas del mundo moderno, el cómo ser iglesia y creyente en un mundo tan adverso, adquieren mayor relevancia y más urgencia que nunca. Un actuar en el marco del evangelio se juega, a mi juicio, en gran medida dentro de los limites de las fronteras de los desafíos de este segundo milenio; un mundo oscuro, desconocido y en donde hay mucho por decir y descubrir. ¿Tienen algún futuro la iglesia y los asuntos de fe en este mundo complejo e impredecible que se nos avecina? La respuesta a éstas y otras preguntas nos coloca en lo que podríamos llamar una experiencia de Aporía. He aqui dos alcances al respecto que pueden ayudar a un posterior diálogo


1. Aporía nos viene el griego “a poros”, que literalmente significa “sin salida”, estar frente a un límite tal que ya nada es posible como delante. Trae consigo la experiencia, tanto en el sentido emocional como existencial, que atraviesa todo el ser de alguien. Puede ser comprendida como un estado difícil en un sentido amplio: tribulación, angustia, preocupación, duda, cuestionamiento, desesperanza, abatimiento profundo. Se trata, entonces, de experiencias humanas que surgen allí en el limite de la esperanza y que son el paso obligado a transitar dentro de una realidad desconocida. En el pasado, quizás tenia mayor referencia con una experiencia individual, conectada estrechamente con la vivencia personal en situación de sufrimiento y dolor. Hoy, sin embargo, podriamos decir que se trata de una cuestión preponderantemente de vivencia colectiva frente a un mundo que parece que va sin dirección, hacia una nada aterradora, dentro de un marco vivencial en donde la esperanza en un mañana, en un futuro y cambio del estado de cosas parece haberse esfumado y en donde la relatividad e incertidumbre dominan por doquier. Estas experiencias en particular, adquieren especial dramatismo en materia de asuntos de fe, iglesia y teología, pues el consuelo y la esperanza parecen también haber decaído frente al dominio de un mundo incierto, la imposibilidad de soñar o contar con un futuro mínimamente asegurado. Son experiencias que contrastan radicalmente con aquello que el Apóstol Pablo nos expresa en su segunda carta a los Corintios (4:8) y en la que nos manifiesta: “atribulados en todo mas no abatidos". Para luego agregar: “perplejos, pero no desesperados, perseguidos, pero no abandonados, derribados pero no destruidos” Estas palabras del apóstol nos recuerdan precisamente el limite y el asunto a partir del cual entra en juego el evangelio de Jesucristo; nos muestran ese fino hilo en donde la teología, los asuntos de fe y la iglesia penden constantemente y, a partir del cual, nosotros podemos encontrar una resignificación del camino y la vocación cristiana hoy.


2. El apóstol Pablo comparte, quizás, algo similar a nosotros como cristianos hoy. Él se encuentra en un callejón sin salida, en una situación en la que no sabe ya más qué hacer, qué pensar o decir o cómo actuar. Talvez en una situación como la de Israel a su salida de Egipto: con el faraón a las espaldas y el mar por delante. Importante, pues, resulta ocuparnos con una pregunta de orden hermenéutico: ¿Se podría hablar aquí de la posibilidad de un horizonte de comprensión del texto en el cual el hablar de Pablo y su experiencia ofrezca un verdadero paralelo con nuestra actual situación y que podría ser calificada como una situación de aporía del cristianismo frente al mundo moderno?

Quizás, a modo de una respuesta sencilla, uno podría sostener que, si hay algo de paralelo que uno podría descubrir, hermenéuticamente hablando, entre la situación de Pablo y nosotros, es esto de la DESAPARICION DE LA OBVIEDAD DE LA FE CRISTIANA. La autoridad y legitimidad de ciertas verdades o afirmaciones de fe hace tiempo que ya no gozan de igual privilegio como en el pasado. Esto nos coloca entonces frente a un a priori importante a la hora de teologizar y, con ello, la consideración de un momento constitutivo vital para un actuar comunicativo al servicio del anuncio y proclamación del evangelio hoy. Resulta interesante el dato de que la aporía no es precisamente algo que lleva a la paralización de Pablo. Por el contrario, él la toma como posibilidad de crecimiento y de búsqueda de nuevos caminos. A partir de su experiencia, uno puede comprender de modo más profundo la fragilidad de la tarea de anuncio y testimonio, esto que él describe como “ser portadores de un tesoro en vasijas de barro”. En esta situación de aporía en la que Pablo se encuentra, son él mismo y su actuar quienes entran en la encrucijada. Su propia vida, existencia, fe y esperanza han sido colocadas en una vulnerabilidad tal que hace que el mismo evangelio se ponga en juego. De su hacer o dejar de hacer depende un futuro, tanto para él como para otros/otras que están en la mira de Dios y su plan de salvación. Es precisamente este elemento de fragilidad y vulnerabilidad lo que caracteriza la manifestación de Dios en medio de la humanidad. Es a través de un pesebre, de un soplo de viento suave, por la boca de los sencillos, los débiles, de una cruz, que Dios hace visible las señales de su manifestación de amor y misericordia en medio del mundo. Es éste el signo que nos reafirma que cada pensamiento o actuar humano al servicio y anuncio del evangelio pasa precisamente por aquello que no se había pensado ni considerado. En ese sentido, la aporía, ese estado de cosas que, al igual que la experiencia de Israel, nos coloca hoy entre el faraón y el mar, constituye al mismo tiempo que una limitante, la posibilidad de lo nuevo, la esperanza de pasar de la paralización y el miedo, a un actuar resignificado para nosotros mismos como creyentes, pero también para otros y otras.-

(Extracto Ponencia Encuentro de Estudiantes Cristianos "Si Cristo es la Respuesta, ¿Cuál es tu pregunta?", organizado por GBU, CREE, World Vision y REDES, Santiago de Chile 2003)