18 de julio de 2012

TEOLOGÍA CUÁNTICA

Mis conclusiones

Al iniciar la lectura de este texto el autor nos hace una invitación a despojarnos de nuestras certezas y seguridades para emprender un viaje ligeros de equipaje, pues este camino será a veces difícil.

Necesitamos más bien aportar toda nuestra capacidad de maravillarnos, de imaginación, de creatividad e intuición y nos señala además, que es conveniente usar la cabeza, pero mucho más importante es sentir con el corazón. Estamos invitados a buscar la luz, superando los temores e inquietudes que inevitablemente surgirán.

Al leer y releer los doce principios de la Teología Cuántica, hoy puedo expresar que son dos los principios que siento más inmediatos a mi vida cotidiana. Estos son los principios 5 y 12, que a mi manera de ver están relacionados entre ellos.

El principio 5 señala que la capacidad de relación es en sí misma energía divina elemental que impregna la creación y que nosotros los humanos necesitamos auténticas experiencias para explorar y articular nuestra vocación de ser personas en relación.

Hace ya más de 25 años escuché en una actividad internacional católica, que somos seres relacionales, que necesitamos de los demás para crecer y desarrollarnos. La vida comunitaria es, según concluí en esa ocasión, una necesidad para experimentar estas vivencias y vivir en armonía con Dios, con el universo, con los demás y con nosotros mismos,as. Reflexiones que he tratado vivir en estos años.

Vivimos interconectados con todos y con todas las cosas, en una interacción que busca utilizar lo mejor que cada persona y que cada realidad tiene que dar en beneficio del todo. Esto me ha recordado un concepto que aprendí en mi niñez: el concepto del Cuerpo Místico.

Finalmente me interpela que todos y todas estamos interrelacionados con el cosmos y con un TODO aún mayor : la maravillosa Matriz Relacional.

En el principio 12 se afirma que el amor es una fuerza interdependiente, desde su grandeza divina hasta su particularidad sub atómica. Es el origen y meta de nuestra búsqueda de sentido.

Reconocemos a Dios como una presencia relacional apasionada, metida en el proceso creativo de la evolución. La encarnación apasionada de Dios exige una forma completamente nueva de relación de los cuerpos a través de la ternura sexual, de la justicia compasiva y de la amistad altruista. Tres sentimientos humanos que no hemos valorado quizás suficientemente, hasta ahora. Así es posible que la sexualidad y su capacidad erótica estén emergiendo como dimensión clave de auténtica espiritualidad.

Y, cuando elijamos vivir el amor con seriedad, nuestro mundo será un lugar nuevo y pleno. Estamos llamados en lo profundo de nuestro ser a vivir en plenitud.

Finalmente al releer el desafío de esta teología me ha quedado resonando el llamado a la metanoia: conversión. Paradójicamente tan diferente al opuesto etimológico paranoia: miedo. Pues nuestros temores e inseguridades frente a los cambios nos han paralizado muchas veces y hoy vivimos en una sociedad de innovación y cambio continuo.

Esta teología nos invita a superar nuestros miedos y a confiar en el proceso de la vida que se va develando con el tiempo. Cuando percibimos que este proceso es fundamentalmente benigno, empezamos a captar el profundo sentido de las palabras de Juan 4, 12: En el Amor no hay temor. Cuando dejamos nuestras seguridades y certezas; nuestras estructuras y categorías, nos encontraremos con el Dios relacional en el corazón del universo.

Nosotros,as somos creaturas relacionales y volvemos a donde pertenecemos; al universo. Aquí el Amor y no el temor es la realidad eterna.
Adriana Oyarzún

17 de julio de 2012

UNA AVENTURA EN EL MUNDO FASCINANTE DE LA TEOLOGÍA CUÁNTICA


Invitada y acompañada de Diarmuid O’Murchu, junto con la Comunidad pachacutina, emprendimos este viaje aventura de búsqueda, exploración y descubrimiento… A medida que vamos avanzando, paso a paso, con el corazón, más que con el cerebro, se nos abre un horizonte fascinante e insospechado…

Es como un despertar de la conciencia… despertar de un sueño… Nos vamos dando cuenta que SOMOS PARTE Y PARTICIPAMOS en el proceso evolutivo, en un proceso co-creativo de un UNIVERSO UNO. Somos PARTE de un TODO… Participamos del sufrimiento y también de la dicha y creatividad de cada organismo vivo.

Ciencia, teología y espiritualidad se van entrelazando, explorando la sabiduría que despierta y sostiene el impulso creativo de la vida. IMPORTANTE: Estar abiertos, receptivos, a la escucha…
Nos damos cuenta… que la VIDA está sostenida por una ENERGÍA CREATIVA DIVINA, es el PALPITAR DE UN CORAZÓN que late a través del tiempo y la eternidad. Y ese potencial creativo emerge desde el cosmos. “En realidad, Dios no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como alguno de sus poetas dijeron: “Somos de la raza del mismo Dios”. Hechos 17, 28.

El mundo en su proceso creativo es el escenario de la revelación divina. Intuimos el MISTERIO DE DIOS… Nos llama a descalzarnos, como Moisés ante la zarza ardiente… Misterio que invita al silencio, a la reverencia, a la contemplación… Nos invita a ESCUCHAR el CORAZÓN del cosmos.

Todas las fuerzas de vida participan en esta DANZA CÓSMICA, donde hay energía, movimiento y ritmo, libertad y espontaneidad. El DANZANTE PRINCIPAL es el que da el ritmo e impulsa el movimiento.

Y se expresan en la vibración de la energía creativa. La música es el lenguaje “con voz” de la energía silenciosa. Participando, podemos entender de qué se trata…
Nos damos cuenta… que el universo es SUJETO, en él, todas las fuerzas de vida son interdependientes e interrelacionadas, todas las fuerzas de vida interactúan cooperativamente. Tenemos que aprender a ser amigas, amigos de este universo como sujeto.

Es así que el sentido y la esencia del Dios trinitario cristiano es la RELACIONALIDAD Y LA MUTUALIDAD: DIOS ES AMOR. El universo entero goza de las mismas características y es por eso que la aspiración fundamental de la humanidad es la RELACIÓN, LA COMUNIÓN.
                                                                                                                                 Clara Romero